El 22 de noviembre de 2022, Argentina llegaba al Mundial con 36 partidos invicta. Ese día, contra Arabia Saudita, dominó las estadísticas: más posesión, más pases correctos, más remates.
Si mirás solo los números, Argentina debió haber ganado.
Pero perdió.
Y no era un partido más. Era el debut mundialista, algo que sucede —con suerte— cada cuatro años. Las chances de que se crucen nuevamente en esas circunstancias son mínimas. Y sin embargo, ese día, en ese escenario, el invicto se rompió.
¿Fallaron las métricas? No. Simplemente no captaron todo.
Los datos mostraban superioridad, pero no reflejaban los 7 offsides (con 3 goles anulados), la ansiedad del debut, la motivación del rival, ni la presión de sostener un récord.
Si jugaran 20 veces, Argentina probablemente ganaría 17.
Pero ese partido, el de verdad, se jugó una sola vez. Y perdió.
¿Y si lo llevamos al mundo de las empresas?
Podés tener un equipo con excelentes CVs, procesos sólidos y KPIs en verde…
Y aun así, perder el partido importante.
Sabemos lo que aportan los datos. Nos ayudan a decidir, a proyectar, a mejorar.
Pero no son el partido real. No siempre reflejan el momento emocional, la motivación, ni la sintonía entre quienes tienen que salir a jugar.
Entonces, ¿cómo medimos eso?
¿Estamos viendo todo lo que realmente importa?